13/10/11

Antonio Vivaldi, El placer

Quizá el tiempo lo demandó así. Quizá la cultura de los nobles en la Europa de principios del siglo XVIII haya requerido la música alejada de las grandes pasiones que atormentan el alma humana y someterse al imperio de lo estético, al sublime mundo de la contemplación. Y él, a diferencia de Bach, se doblegó a los caprichos del tiempo.

Las obras de Vivaldi poseen un afectado virtuosismo que se hace patente en cada concatenación de notas. No obstante, este hecho no merma su maestría. Su capacidad formal de estructurar las obras lo convierte en un creador con nociones innovadoras y en lo posterior poderosamente influyentes.

Il prete rosso, como fue llamado, ha pasado a los pedestales de la fama histórica por los primeros cuatro conciertos (Cuatro estaciones) de los doce que completan Il cimento dell’armonia e dell’invenzione, conjunto de creaciones que le acreditan un lugar en las páginas de la música y del arte. La propuesta de estos cuatro conciertos es la contemplación. Se representan situaciones arquetípicas de cada estación del año y se les encumbra con violoncelos y violines y demás instrumentos de cuerda, en conciertos de carácter marcadamente descriptivos.

La obra es programática y de una riqueza formal altamente cuidada, pues pretende imitar la naturaleza. De esta manera la magia musical del virtuoso Vivaldi a través del violín o del violoncelo nos hace sentir el trino de los pájaros, los ladridos de canes, los zumbidos de las moscas, la modorra o el frío con una intensidad tal que su obra rebasa los estándares habituales con los cuales suele coronarse al arte.

Pero quiero ocuparme aquí de una obra menos alabada de Vivaldi, y que aunque oculta tras sus cuatro primeras y grandes hermanas no es de menor estatura que las demás. Me refiero al concierto ubicado en la escala Nº 6 del Catálogo Ryom de Il cimento dell’armonia e dell’invenzione, más conocido como Il piacere.

Il piacere, como cada concierto de Vivaldi, se estructura en tres tiempos. En este caso: Allegro, Largo & Cantabile, Allegro.

Qué podemos aprehender, captar, de esta volátil muestra del ejercicio virtuoso por el que se caracteriza el eterno Vivaldi. Pues que a diferencia de sus obras consagradas ya aludidas, en este concierto pensado para violín se permite el desliz de una pasión entera. Ya no es el delicado Vivaldi, supremo hacedor, que contempla desde su sideral morada los objetos de su creación y con paciencia los abandona a su suerte, luego de haberlos manipulado con el cuidado del demiurgo. Esta vez su alma creadora se queda y amasa el sonido con un vitalismo arrasador y lo trastoca en algo superior a nuestros sentidos, elevándonos hacia una comprensión llevada al sentir. Los primeros cuatro conciertos (Cuatro estaciones), poseen una forma inclinada al campo del entendimiento y la emoción. Il piacere, nos sumerge en una contemplación de otro orden, nos obliga a voltear la mirada hacia dentro del ser humano. Sin dudarlo, es una obra que desbroza los caminos para el gran Bach.

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Entre todas las Ouvertures oídas por mí no encuentro más que a un tal Vivaldi veneciano que haya dicho algo en sinfonía; ha descrito en un gran concierto de violines las cuatro estaciones del año.

Angelo Goudar


Vivaldi es un anciano que posee una prodigiosa capacidad para componer. Yo mismo le he oído alardear de que era capaz de escribir todo un concierto en menos tiempo que un copista necesita para copiarlo.

De Brosses


Era el compositor de la Música para la obra de la Ascensión el señor abate Vivaldi llamado el Cura Rojo por el color de sus cabellos. […] Este famosísimo tañedor de violín […] célebre por las Cuatro Estaciones componía también obras en Música; y por mucho que dijeran los buenos conocedores, que flaqueaba en el contrapunto, y que no colocaba los bajos en regla, hacía cantar bien las partes, y, la mayoría de las veces, sus obras han tenido éxito.

Carlo Goldoni