Quizá el tiempo lo demandó así. Quizá la cultura de los nobles en la Europa de principios del siglo XVIII haya requerido la música alejada de las grandes pasiones que atormentan el alma humana y someterse al imperio de lo estético, al sublime mundo de la contemplación. Y él, a diferencia de Bach, se doblegó a los caprichos del tiempo.
Las obras de Vivaldi poseen un afectado virtuosismo que se hace patente en cada concatenación de notas. No obstante, este hecho no merma su maestría. Su capacidad formal de estructurar las obras lo convierte en un creador con nociones innovadoras y en lo posterior poderosamente influyentes.
Il prete rosso, como fue llamado, ha pasado a los pedestales de la fama histórica por los primeros cuatro conciertos (Cuatro estaciones) de los doce que completan Il cimento dell’armonia e dell’invenzione, conjunto de creaciones que le acreditan un lugar en las páginas de la música y del arte. La propuesta de estos cuatro conciertos es la contemplación. Se representan situaciones arquetípicas de cada estación del año y se les encumbra con violoncelos y violines y demás instrumentos de cuerda, en conciertos de carácter marcadamente descriptivos.
La obra es programática y de una riqueza formal altamente cuidada, pues pretende imitar la naturaleza. De esta manera la magia musical del virtuoso Vivaldi a través del violín o del violoncelo nos hace sentir el trino de los pájaros, los ladridos de canes, los zumbidos de las moscas, la modorra o el frío con una intensidad tal que su obra rebasa los estándares habituales con los cuales suele coronarse al arte.
Pero quiero ocuparme aquí de una obra menos alabada de Vivaldi, y que aunque oculta tras sus cuatro primeras y grandes hermanas no es de menor estatura que las demás. Me refiero al concierto ubicado en la escala Nº 6 del Catálogo Ryom de Il cimento dell’armonia e dell’invenzione, más conocido como Il piacere.
Entre todas las Ouvertures oídas por mí no encuentro más que a un tal Vivaldi veneciano que haya dicho algo en sinfonía; ha descrito en un gran concierto de violines las cuatro estaciones del año.
Angelo Goudar